El texto constituye un informe presentado ante la UNESCO por la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, establecida oficialmente a principios de 1993 y presidida por Jacques Delors. Dicho informe es una reflexión sobre la educación y el aprendizaje.
En este análisis introductorio denominado “La educación o la utopía necesaria”, Delors plantea los lineamientos que guían el informe y los principales ejes de pensamiento que lo sostienen. Aquí se afirma la convicción respecto a la función esencial de la educación en el desarrollo de la sociedad, y se hace principal incapié en los niños y adolescentes como los grandes protagonistas de ese cambio: “el niño es el futuro del hombre”, expresa en un pasaje.
Para la Comisión hay ciertas tensiones que superar y que derivan de los cambios económicos, sociales, científicos, etc, que han tenido lugar en la última parte del siglo XX: la tensión entre lo mundial y lo local; lo universal y lo singular; tradición y modernidad; largo y corto plazo; competencia e igualdad de oportunidades; desarrollo de los conocimientos y capacidad de asimilación; lo espiritual y lo material. En este sentido, es fundamental la labor de la educación al servicio del desarrollo económico y social. Para ello, la Comisión introduce el concepto de educación durante toda la vida como la llave hacia una mejor sociedad, hacia una sociedad educativa.
Son cuatro los pilares planteados como la base de la educación: 1- Aprender a vivir juntos en este apartado Delors deja entrever una justificación del título de la ponencia. “Se trata de aprender a vivir juntos conociendo mejor a los demás…Un utopía, pensarán, pero una utopía necesaria… esencial para salir del peligroso ciclo alimentado por el cinismo y la resignación”; 2- Aprender a conocer; 3- Aprender a hacer; 4- Aprender a ser. Siguiendo esto, la educación tiene que adaptarse en todo momento a los cambios de la sociedad y permitir aprovechar el inmenso caudal de información que por ella circula.
Para alcanzar ese ideal de una sociedad educativa, la Comisión cree necesario reconsiderar y reordenar las distintas etapas de la educación para preparar mejor las transiciones y diversificar las diferentes trayectorias, reduciendo también de esta manera el riesgo de exclusión. Los actores que se presentan como principales para contribuir al éxito de estas reformas educativas son: la comunidad local (padres y docentes), las autoridades públicas y la comunidad internacional.
La educación durante toda la vida constituye un aporte valioso en el marco de la planificación educativa, no sólo por lo innovador de la propuesta que trae aparejada, sino por la revalorización del proceso educativo como algo no concluido simplemente en la adolescencia o en la primera parte de la adultez.
La sociedad educativa a la que se pretende arribar considera que por ser la educación la llave y el tesoro de un presente y un futuro mucho mejor, hay que tomarlo como un proceso de retroalimentación constante de enseñanza y aprendizaje: nunca se deja de aprender y nunca es tarde para hacerlo, sobre todo si se tiene en cuenta el dinamismo de la llamada “sociedad del conocimiento y de la información”. Tener en claro y distinguir quiénes son los agentes que cargan con ciertas responsabilidades en la construcción de un sistema educativo, es algo fundamental al momento de enfrentar los distintos retos que afronta la educación en este nuevo contexto. Delors esclarece qué corresponde al gobierno como autoridad pública, asignar cuál es la contribución que puede esperarse de la comunidad local no sólo padres, sino también directivos y docentes y cómo deberían comportarse los distintos países en un marco de mundialización y en su carácter de comunidad internacional.
Delors habla de lo que cabe esperarse de la comunidad internacional y plantea una hipotética situación entre naciones: “si los países industrializados pueden ayudar a las naciones en desarrollo compartiendo con ellas sus experiencias positivas, sus tecnologías y sus medios financieros y materiales, a su vez pueden aprender de esos países modos de transmisión del patrimonio cultural, itinerarios de socialización de los niños y, más esencialmente, formas culturales e idiosincrasias diferentes” Además, se encarga de aclarar que esto no apunta al asistencialismo sino más bien a un marco asociativo. Sin embargo, me resulta difícil pensar si esta pretensión puede alejarse verdaderamente de la mera asistencia y si en realidad puede resultar asociativa.
Considero importante destacar y adherir a lo expuesto por Delors acerca de la responsabilidad que le cabe al Estado en materia de educación. Si bien, tal cual se mostró anteriormente cada agente tiene una cierta responsabilidad que asumir, el autor se encarga de aclarar el fundamental papel de las autoridades públicas y las presenta como “las encargadas de plantear claramente las opciones y tras una amplia concertación con todos los interesados, definir una política pública que, sean cuales fueren las estructuras del sistema (públicas, privadas o mixtas), trace las orientaciones, siente las bases y los ejes de aquél y establezca su regulación introduciendo las adaptaciones necesarias” En resumen, el político tiene el deber de lograr una regulación global ya que la educación es un bien de todos que no puede librarse a las manos del mercado.
Otro aspecto Jacques Delors hace referencia al contexto de mundialización. Para el informe, si bien el entorno en el que se desenvuelven las distintas sociedades trasciende las fronteras nacionales y se inscriben en una globalización, no hay que perder de vista las particularidades locales ni disolver las especificidades de cada caso; de esta manera, podemos escaparle al peligro de caer en una lectura totalizadora del tema de la educación. En ese camino de distinguir los casos se ubica Delors cuando habla de adaptar la educación básica a los contextos particulares y partir de los datos de la vida cotidiana de las poblaciones.

No hay comentarios:
Publicar un comentario